-¿Nos sentamos aquì?- habìa dicho el hombre alto y distinguido.
¿Por què a mi familia se le habrà ocurrido ir a comer comida china precisamente ese dìa? ¿por què tuvieron que escoger esa mesa que estaba justo frente al hombre alto y distinguido? Y ya en la cadena de preguntas. ¿Por què justamente yo tenìa que haberme sentado de modo que, vista al frente, viera todo lo que el hombre alto y distinguido hacìa?. Y otro eslabòn a ubicar. ¿Por què no podìa dejar de miralo?
Desde luego yo deberìa ser la ùnica de todo el restaurante que los habìa notado entrar, nisiquiera la mesera lo habìa hecho sino hasta darse cuenta que habìa olvidado retirar su propina de aquella mesa, que ahora estaba ocupada por dos fantasmas.
-¿Què se van a servir?- preguntò la mesera. -Dos carne mongoliana y dos jugo de naranja, por favor- respondiò el hombre alto y distinguido, y con eso cerrò su discurso hasta el final de la velada. Su esposa, una señora alta y distinguida tambièn, parecìa triste.
A pesar de la poca vialidad que habìa para que yo pudiera escuchar lo que el hombre alto y distinguido decìa, pude grabar cada una de sus palabras en mi memoria, como si aùn despuès de 24 horas pudiera escucharlo.
Todo se confabulò para que asì sucediera. Mientras leìa la carta del menù y trataba de imaginarme como podrìa saber el "requesón de soya mapo", mientras me fijaba en los platos que no tuvieran un precio demasiado elevado y mientras escuchaba los que mis padres planeaban para màs tarde ( todo eso simultàneamente), un silencio, o màs bien un conducto de silencio se creò entre mis oìdos y el hombre alto y distinguido y pude escuchar lo que me mantuvo concentrada despuès por toda la comida: -¿Nos sentamos aquì?-.
El hombre alto y distinguido le preguntaba a su esposa si es que acaso estaba bien que se sentaran en el lugar que èl habìa escogido, a lo que ella no respondiò, nisiquiera se inmutò, por lo que se sentaron ahì. De todas maneras al hombre alto y distinguido no le importaba lo que ella quisiera, fue solo una pregunta rutinaria, seguramente comìan muy seguido allì y todas las veces le preguntaba lo mismo.
"Nos sentamos aquì" marcò un antes y un despuès en el tiempo y en el espacio, ya no era un viernes 2 de mayo a las 3 de la tarde en un restaurante chino de san miguel, era el dìa en que el hombre alto y distinguido construyò un viaducto de comunicaciòn unilateral ( ¿"comunicaciòn" unilateral?) entre èl y yo en un espacio donde no habìa tapiz de dragones ni làmparas rojas con figuras de mujeres orientales, donde no habìa mamà ni papà ni hermana, un espacio donde estaba èl y yo, y en parte su señora, solo en un tono difuminado.
{ incompleto, continuarà y todas esas volàs }
1 comentario:
me gustan los escritos de cotidaneidad, por asi decirlo, yo antes escribia muchos, pero en mi cabeza, nunca llege a solidificarlos
Publicar un comentario