jueves, septiembre 15

Español

Sueño una conversación romántica con mi amado cuando de pronto despierto por el molesto sonido de la ventilación o algo así. No estoy acostumbrada a esto. Paredes blanca, cortinas claras y ese sonido irritante.
Es hora de levantarse. Intercambio unas palabras con mi amigo que, para su suerte, puede seguir durmiendo en este ambiente tan poco amable y continúo mi camino al computador. No se si escribir en inglés, español o inventar algo en sueco. No se en realidad a quién dirigirme. ¿A quién le escribo? ¿a la gente en Chile o a las personas que conozco acá en Suecia? No tengo la menor idea. Supongo que trato de escribir para cualquiera.
El español me acoge, es mi cable directo a mi país, a mis raíces. Es el idioma que hablo con mis amigos, mi familia. Pero el inglés me ayuda a sobrevivir en esta jungla. El inglés me conecta con esta gente, me hace pertenecer a un grupo. El sueco es un misterio.

La gente con la que mejor me he llevado es aquella con la que puedo hablar español. Por eso me caen bien los suecos que estudian español y les encanta, porque es la única manera de que podamos conectar.
El inglés lo uso todo el día, en el tren, en las clases, con los compañeros suecos y extranjeros, pero el verdadero momento que me siento plena es cuando hablo y enseño español. El español es la raja, creo que ahora me gusta más que nunca y me encargaré de que todo el que quiera aprenderlo lo haga.

Pienso todo esto mientras camino al paradero para irme a Lund. Tomo la micro y de pronto me siento en un asiento delantero totalmente ida con estas ideas en mi cabeza, cuando de pronto percibo que una mujer me está diciéndo: "ursekta! ursekta!", a lo que yo respondo con una mirada totalmente perdida, pero que al cabo de unos segundo interpreto (y recuerdo) como un "disculpe" -haciendo alusión al asiento en el que yo me encontraba-- el cual era especial para mujeres con coche, como ella.

"Disculpe", respondí idiotamente, a lo que la mujer contestó con indiferencia "tack".
Y es que el español me sale del alma.


domingo, septiembre 11

La sombra avanzaba por la estrecha cuesta. Becker vio paredes por todas partes, un callejón sin salida a su espalda. Les separaban algunas entradas con puertas, pero era demasiado tarde para pedir ayuda. Aplastó la espalda contra la pared del callejón sin salida. De repente sintió hasta el último grano de arena bajo las suelas de sus zapatos, incluso la última protuberancia de la pared de estuco. Su mente retrocedió hasta el pasado, hasta su infancia, sus padres..., Susan.
¡Oh, Dios! Susan...
Por primera vez desde que era niño, Becker rezó. No rezó para liberarse de la muerte. No creía en milagros. Rezó para que la mujer a la que amaba encontrara fuerzas, para que supiera sin el menor asomo de duda que la había querido. Cerró los ojos. Los recuerdos llegaron como un torrente. No eran recuerdos de reuniones del departamento, asuntos universitarios o las cosas que conformaban el noventa por ciento de su vida. Eran recuerdos de ella. Recuerdos sencillos: el día en que le enseñó a utilizar palillos en un restaurante chino, una mañana navegando en Cape Cod. Te quiero, pensó. No lo olvides... nunca.
Era como si le hubieran despojado de toda defensa, toda fachada, toda exageración insegura de su vida. Estaba desnudo delante de Dios. Soy un hombre, pensó. Y en un momento de ironía se dijo: Un hombre sin cera. Tenía los ojos cerrados, mientras el tipo con las gafas de montura metálica se aproximaba. Cerca una campana empezó a doblar. Becker esperó en la oscuridad el sonido que acabaría con su vida.

*

Hasta un pasaje barato de un libro barato me emociona.
Quisiera que alguien me llame "ella" de la misma forma.

sábado, septiembre 10

Christiania


















Christiana (Copenhague/Dinamarca) debe ser uno de los paraísos terrenales de este mundo. El lugar menos escandinavo de Scandinavia.
Christiania es una especie de conglomerado hippie que se agrupó y apoderó de un terreno militar para crear su propia comunidad. Con sus leyes -las cuales se basan en el autogobierno- lograron apartarse del gobierno danés, el cual intentó desalojar varias veces el terreno y que -hasta el día de hoy- continúa haciéndolo, aunque con menos frecuencia.
Con una población muy pequeña, Christiania se caracteriza por sus casas de arquitecturas muy creativas y por la gran cantidad de áreas verdes. Es como si fueras caminando por un bosque y de repente apareciese una calle, y más allá una casa, y un poco más allá una fiesta, y en la esquina siguiente gente andando en skate. Hay familias enteras, niños jugando al rededor del lago, mientras toda la gente vives su propio mundo. Nadie te mira extraño, nadie se preocupa de tí. Puedes caminar más y encontrar los puestos de hierba, tal como una feria artesanal. Y luego comida. Y más casas extrañas.
Está estrictamente prohibido tomar fotos y usar aparatos electrónicos en general. Las fotos que tomé son del lugar turístico de Christiania -que está al principio- a partir del cartel verde con hojitas de marihuana (ver foto) ya no se puede tomar fotografías. La parte turística de Christiana va desde el pasadizo de concreto color rosa con el mural del árbol (ver en foto), donde puedes encontrar restaurantes, lugares de ventas y baños al aire libre, hasta el umbral de madera que dice Christiania en el frontis. Desde ahí sales de la zona comercial y turística, y estás obligado a guardar tu cámara. Obviamente internet es grande y encontré algunas maravillas sacadas por algún rebelde obsesivo por las fotos. Las fotos del final las tomé dentro de uno de los baños públicos, ya que me parecía que el lugar era tan bacán, tan irreal, que sentía la necesidad de aunque fuese fotografiar el baño. El resto quedará en nuestras memorias.

Viva Copenhague!
LOVE YOURSELF

martes, septiembre 6

Y estamos en Suecia

Lund
Cada vez que viajo y paso una semana fuera de mi casa empiezo a olvidar cómo era mi vida allí. Ahora voy a cumplir 4 semanas en Suecia y ya no recuerdo qué era levantarse temprano y tomar desayuno en la cama mientras se veía el "Buenos Días a Todos". Ahora todo es muy distinto.
Levantarse tarde, comer pan con mantequilla frío, revisar facebook y empezar un nuevo día en Suecia. Ir a la universidad, perderse, descifrar instrucciones en sueco y preguntar por todo en inglés. Saludar siempre y preguntarle a tu nuevo compañero de cada día cómo se llama, de dónde viene y qué estudia. Y uno tener que decir el nombre lento para que te lo entiendan, repetir el lugar de donde se viene (explicar que queda en Sudamérica y que está al lado de Argentina), y probablemente repetir 2 veces que se estudia lingüística porque a la primera nunca lo captan.
Así es la vida en Lund. Aprender que hay más países europeos que Francia, Alemania y España, y que en Singapur no se habla ni chino ni japonés, sino que inglés.

Suecia debe ser el país de la perfección. La gente es sana, deportista, honesta, open-minded, y por si fuera poco, bella. Las calles son limpias, las micros pasan a la hora que indica el tablero, la gente paga todo lo que tiene que pagar, cruza la calle solo con verde y las bicicletas y ciclovías son muy respetadas. No hay perros sueltos en la calle, no es peligroso en la noche, y el tren pasa las 24 horas. Con todo esto igualmente extraño mi casa. Mi gente. Quizás es solo una cosa de costumbre, no estoy segura. Claro que después de conocer Copenhague en Dinamarca, podría ser que cambiase de opinión. Una ciudad esplendorosa. Cool. Otro día hablaré de ella.

*